Lo interesante es que la capacidad del niño para demorar la gratificación, el tiempo que tarda en comerse la golosina, es un mejor predictor del éxito académico y el nivel de madurez social y emocional que tendrá a los 16 años que el coeficiente intelectual o el historial familiar o la clase social. ¿No es sorprendente? Una habilidad tan básica puede ser el factor clave del éxito en la vida.
Tomado de http://homominimus.com