A Carol Crane le gustan casi todos los tipos de música, pero los conciertos la afectan en una forma peculiar. "Siento el sonido de las guitarras como un soplo en los tobillos. El piano me presiona aquí", manifiesta, tocándose el pecho encima del corazón. "Y el jazz de Nueva Orleans me golpea por todas partes, como una lluvia". La reacción sensorial de Crane a las letras y los números es igualmente extraña. Al ver la letra a piensa en el color azul grisáceo. La letra b es azul pastel y la c, carmesí. Los números le causan reacciones muy similares. El 4 y el 10 los ve rojo tomate, y como con todos sus enlaces perceptuales, le ocurre desde la infancia. El cuatro siempre ha sido rojo. No puede ser otra cosa.
Crane, una psicóloga de 47 años, no padece de alucinaciones. Sus percepciones surgen de una extraña mezcla de los sentidos conocida como sinestesia, una condición que puede tomar múltiples formas. Algunos sinestésicos ven sonidos, otros sienten colores o saborean formas. Simon Baron-Cohen, psicólogo de la Universidad de Cambridge, estima que una de cada 2.000 personas es sinestésica y vive con un sentido empujando al otro. Se sabe poco sobre las causas, pero las sensaciones que experimenta un sinestésico son reales. "Hemos descartado que estas personas estén fantaseando", dice Baron-Cohen.
La sinestesia -del griego syn, junto, y aisthesis, sensación- generó una ola de interés científico y popular a principios del siglo. El compositor ruso Alexander Scriabin, un sinestésico, ideó un órgano que producía múltiples rayos de luz en su sinfonía Prometeo, el Poema del Fuego. Muchos románticos consideraban a los sinestésicos una vanguardia espiritual de la humanidad, más cercanos a Dios que los que tenemos sentidos segregados. "Estas personas altamente sensibles", escribía Wassily Kandinsky, pintor abstracto ruso, "son como los buenos violines... vibran en todas sus partes al contacto del arco". La fascinación pronto alcanzó su clímax, estimulada por la impenetrabilidad de la sinestesia. El problema: Nadie podía penetrar en la mente de los sinestésicos para entender o compartir sus singulares percepciones.
Esto podría cambiar pronto. Impulsados por los recientes avances en la obtención de imágenes cerebrales, los registros electrofisiológicos, los análisis de ADN y otras técnicas, un pequeño número de investigadores en Estados Unidos, Escocia, Inglaterra, Canadá, Australia, Francia, Alemania, Israel y Finlandia está comenzando a despejar lo que distingue a los sinestésicos. Las respuestas, además de arrojar luz sobre una condición peculiar, pueden iluminar un enigma importante de la existencia. La noción de que los sinestésicos son semidivinos está descartada, pero los investigadores del conocimiento afirman que estas personas constituyen una preciosa ventana hacia el misterio fundamental de la conciencia humana.
A medida que examinan, estimulan y evalúan, los científicos se sienten impresionados. "Tendemos a suponer que la realidad es igual para todos", señala Peter Grossenbacher, asociado de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE.UU., el más importante investigador norteamericano de la sinestesia. "La sinestesia nos muestra que las personas que nos rodean pueden tener una experiencia diferente del mundo".
No sólo diferente. Mejor. "Para mí es como si ustedes vieran el mundo en blanco y negro", expresa Carol Steen, una artista de Nueva York, para quien las letras, los números, los sonidos y los dolores evocan una variedad de colores. "Yo lo veo en color". Patricia Duffy, instructora de idiomas de Naciones Unidas, quien siente el color ante letras o números, o al pensar en unidades de tiempo como las horas y los días, coincide enfáticamente. "La sinestesia es maravillosa", comenta. "Perderla sería desagradable, como perder uno de los sentidos".
Crane, una psicóloga de 47 años, no padece de alucinaciones. Sus percepciones surgen de una extraña mezcla de los sentidos conocida como sinestesia, una condición que puede tomar múltiples formas. Algunos sinestésicos ven sonidos, otros sienten colores o saborean formas. Simon Baron-Cohen, psicólogo de la Universidad de Cambridge, estima que una de cada 2.000 personas es sinestésica y vive con un sentido empujando al otro. Se sabe poco sobre las causas, pero las sensaciones que experimenta un sinestésico son reales. "Hemos descartado que estas personas estén fantaseando", dice Baron-Cohen.
La sinestesia -del griego syn, junto, y aisthesis, sensación- generó una ola de interés científico y popular a principios del siglo. El compositor ruso Alexander Scriabin, un sinestésico, ideó un órgano que producía múltiples rayos de luz en su sinfonía Prometeo, el Poema del Fuego. Muchos románticos consideraban a los sinestésicos una vanguardia espiritual de la humanidad, más cercanos a Dios que los que tenemos sentidos segregados. "Estas personas altamente sensibles", escribía Wassily Kandinsky, pintor abstracto ruso, "son como los buenos violines... vibran en todas sus partes al contacto del arco". La fascinación pronto alcanzó su clímax, estimulada por la impenetrabilidad de la sinestesia. El problema: Nadie podía penetrar en la mente de los sinestésicos para entender o compartir sus singulares percepciones.
Esto podría cambiar pronto. Impulsados por los recientes avances en la obtención de imágenes cerebrales, los registros electrofisiológicos, los análisis de ADN y otras técnicas, un pequeño número de investigadores en Estados Unidos, Escocia, Inglaterra, Canadá, Australia, Francia, Alemania, Israel y Finlandia está comenzando a despejar lo que distingue a los sinestésicos. Las respuestas, además de arrojar luz sobre una condición peculiar, pueden iluminar un enigma importante de la existencia. La noción de que los sinestésicos son semidivinos está descartada, pero los investigadores del conocimiento afirman que estas personas constituyen una preciosa ventana hacia el misterio fundamental de la conciencia humana.
A medida que examinan, estimulan y evalúan, los científicos se sienten impresionados. "Tendemos a suponer que la realidad es igual para todos", señala Peter Grossenbacher, asociado de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE.UU., el más importante investigador norteamericano de la sinestesia. "La sinestesia nos muestra que las personas que nos rodean pueden tener una experiencia diferente del mundo".
No sólo diferente. Mejor. "Para mí es como si ustedes vieran el mundo en blanco y negro", expresa Carol Steen, una artista de Nueva York, para quien las letras, los números, los sonidos y los dolores evocan una variedad de colores. "Yo lo veo en color". Patricia Duffy, instructora de idiomas de Naciones Unidas, quien siente el color ante letras o números, o al pensar en unidades de tiempo como las horas y los días, coincide enfáticamente. "La sinestesia es maravillosa", comenta. "Perderla sería desagradable, como perder uno de los sentidos".
M. Ruiz, L. Cotes, S. Calderon, Tipos infrecuentes de sinestesia
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